Lluvia libre


Los pinceles empapados van disimulando el escalofrío del patio. Llueve intensamente y en chaparrones desesperados, como si la fiesta se adueñara de la noche.

Las estrellas se sacuden en sus camas, se tapan hasta la cabeza con sus elecciones personales, hasta el fin, como debe ser, acelerándose con sus brillos pasionales.

Los ruidos plagiados del corazón van acariciando con su estruendo a las canaletas y yo te escucho cerca, como saliendo del órgano de la tormenta, y te ansío. Decreto un pequeño momento de obsecuencia (sólo uno, nada más).

El disimulo es una especie de ceguera atosigada por el orgullo. A mi ya no me queda, pero a vos te representa.

Esto del decir como si supiera es una osadía, pero más osada es tu indiferencia que le huye a la acción, y para eso no hay razón.

Me importa un bledo esta rendición, la estreno tan en mi profundidad que los latidos de esta tormenta apenas tapan esta necesidad.

Todo lo que puedo hacer ahora es perseguir lo que queda de vos en este invento que me ha roto el corazón.

Hoy sí que suena el cielo, sabio como pocos, me silba con estruendos en el oído derecho y a sus estrepitosos combates me adhiero. ¡Con la severidad de los truenos me entretengo! Parecen tus ojos, rompen la quietud a su antojo.

Los nuevejulienses dirán que es tenue, pero la falta de costumbre me insiste en que viva el momento con esta lluvia libre. Te toco en esta gloria, lo que arde afuera me refresca la memoria.

26 de diciembre

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