Revolución

Para pensar en la revolución no caben dudas que primero hace falta un corazón. Si no lo poseés, pues entonces primero pensá con qué otra cosa te podés entretener. Romper un esquema es una verdadera tendencia, pero si las cualidades son sólo una apariencia deberías enjabonar tu mirada y pedir clemencia.

Las heridas que salen de las letras han luchado contra la avaricia, y en su vehemente sombra destruye atajos hacia la codicia. No me esmero por ganar porque soy una irrealista, que come sordera y se ata de manos ante la espera.

Estúpida ceguera, y yo que luchaba en mi mente contra las barreras. Vamos a buscar otro sueño, que acá la realidad ya tiene dueño.

Para pensar en tener una corazón hace falta una revolución. Sigo empeñada en enjuagarla con jabón, es que esta suciedad que me hace limpia aún no fue lavada de su herida, y quiere amoldar sus energías a una pared deslucida.

Justamente, para poner color sobre el dolor es necesario haberlo banalizado, y luego ajustado, y así resurgir de entre los náufragos como una emoción que sus virales contiendas se ha fumado.

A otra cosa y asunto finalizado.

18 y 20 de diciembre de 2016.

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