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Mostrando entradas de diciembre, 2016

De principio a fin

El gentío se desparrama en los sobres de la tarde (murmura, expulsa, codicia), con la elipsis de vos la pantalla vacía me hace extrañarte. Los correos de la noche apenas despuntan sus vicios, muerden el dolor en sus intersticios. Urgen unas insípidas distracciones, al menos me regocijarán temporalmente como unos rellenos bombones. Y eso que generalmente no me gustan, porque el chocolate tiene estrategias difusas. Calma la inanición de amor, para luego ensalzar a la ansiedad y confinarla a su rincón. (La abstinencia es una desfachatada obsecuencia). Debo pertenecer al olvido (acariciarlo, perforarlo, administrarlo, habitarlo), pero aparecés y el estúpido indiferente me vuelve a mi realidad urgente. Papas y batatas esperan, el horno las acelera, cocción a fuego lento en el alma que me tiene como carcelera. Me oprime, malgasta mi libertad, la envuelve en un trozo de pan (ni aún así viendo mi realidad puedo recapacitar). Ay querida mía, el año en que vos dejes de sentir así con u

Lluvia libre

Los pinceles empapados van disimulando el escalofrío del patio. Llueve intensamente y en chaparrones desesperados, como si la fiesta se adueñara de la noche. Las estrellas se sacuden en sus camas, se tapan hasta la cabeza con sus elecciones personales, hasta el fin, como debe ser, acelerándose con sus brillos pasionales. Los ruidos plagiados del corazón van acariciando con su estruendo a las canaletas y yo te escucho cerca, como saliendo del órgano de la tormenta, y te ansío. Decreto un pequeño momento de obsecuencia (sólo uno, nada más). El disimulo es una especie de ceguera atosigada por el orgullo. A mi ya no me queda, pero a vos te representa. Esto del decir como si supiera es una osadía, pero más osada es tu indiferencia que le huye a la acción, y para eso no hay razón. Me importa un bledo esta rendición, la estreno tan en mi profundidad que los latidos de esta tormenta apenas tapan esta necesidad. Todo lo que puedo hacer ahora es perseguir lo que queda de vos en este

Trampas amarillas

Las trampas amarillas se revuelcan sobre la tierra practicando la aridez, ejerciendo la hegemonía de un vendaval y alimentando la escasez. Los sueños son imposibles de cumplir en este escenario, pero sí los insectos duermen siestas eternas en la noche prematura, donde la vejez del horizonte se abraza al calor de la meseta. Aquí los dolores explotan entre besos secos, se cubren el desamor en sus recovecos, son infieles a sus amores los alacranes, no se aburren entre el rugoso sudor del fin de la tarde. Pero en Las Grutas la brisa refresca suavemente la tempestad interna, reabre su pasión con un cañón, y de una tenue devoción la infecta. Acá se despiertan los grillos, se airean los felinos, se humedece mi alma del ejetreo posterior a tu encanto, y las heridas mastican unos chocolates livianos mientras vuelven al llano, y en la ruta se han desublimado. Aletean los cabellos del gentío (son las ondulaciones de la incertidumbre). Pisan el agua y compran caramelos, cargan los termos

Revolución

Para pensar en la revolución no caben dudas que primero hace falta un corazón. Si no lo poseés, pues entonces primero pensá con qué otra cosa te podés entretener. Romper un esquema es una verdadera tendencia, pero si las cualidades son sólo una apariencia deberías enjabonar tu mirada y pedir clemencia. Las heridas que salen de las letras han luchado contra la avaricia, y en su vehemente sombra destruye atajos hacia la codicia. No me esmero por ganar porque soy una irrealista, que come sordera y se ata de manos ante la espera. Estúpida ceguera, y yo que luchaba en mi mente contra las barreras. Vamos a buscar otro sueño, que acá la realidad ya tiene dueño. Para pensar en tener una corazón hace falta una revolución. Sigo empeñada en enjuagarla con jabón, es que esta suciedad que me hace limpia aún no fue lavada de su herida, y quiere amoldar sus energías a una pared deslucida. Justamente, para poner color sobre el dolor es necesario haberlo banalizado, y luego ajustado, y así resu

La posada

La posada Pasan desapercibidos los recuerdos de Belén. Surge la energía del fin de año, de que algo nuevo lavará los dientes del anterior y por fin se quebrará la mala onda. Por eso se golpea con tanto fervor la piñata. ¿No es así? Entre algodón de dulce, manzanas azucaradas, elotes y churros asistí al primer evento de mi vida donde se recibe aunque sea un mínimo regalo, mas allá de un sorteo. Pero como primer gran intersección antes del banquete, había que disimular la escucha de un discurso político remembrando anécdotas pasadas y conjeturas acerca de las buenas actuaciones deportivas del año. Parecía una misa, me hizo acordar a las charlas de domingo del sacerdote, allá en Trevelin, donde el frío coexistía con bancos duros y aseveraciones de rostros, disimulos, sonrisas falsas y falsas conciencias momentáneas. Por lo menos de parte del mayor número, aclaro. Después del ente regulador entre la paciencia y la tolerancia, nos decidimos a aturdirnos entre alcohol (buena excusa pa

Abrir puertas con la canción

Abrir puertas, como decía Gloria Estefan en ese cd que tanto escuché (y que tanto acarició mi discman cuando estaba terminando la carrera de Comunicación en 1997), o como decía Marta en ese tan bello “Tienes que vivir”. Muchas veces no las abrimos, es más, las cerramos por temor a vivir y a ser felices. Porque aunque parezca paradójico, la felicidad puede ser una experiencia muy compleja para vivir, y muchos no se atreven a enfrentarla. Quizás porque es muy difícil aceptar una posible pérdida, o tal vez porque nos cuesta transgredir las barreras del dolor y animarnos a sentir cosas maravillosas. En un sinsabor se aprecia cada instante mágico que hemos vivido y lo comparamos (la comparación es una de las tácticas más ingeniosas del ser humano para superar lo que no podemos explicar por propio argumento) con aquello bueno que alguna vez se nos ha presentado. Pero, ¿y si la vida consistiera en vivir solamente, sin agredir ni a los orgullos, ni a los momentos indignantes, ni a los seres

Imaginación versus realidad, ¿quién da más?

Yo imaginé que la realidad superaba a la imaginación, pero me equivoco porque sólo imagino, y el cuentito de lo real no tiene aroma, tan sólo un camino por el que la falta de libertad te doma. Intensificar el tacto no quiere significar que con mis sueños no hagas un pacto. Creo que mi lesión en las rodillas apenas me hace cosquillas, suavemente por mi indiferencia se desliza, no hay mejor selección de movimientos que cuando te toco en la sensación que te provoco, y si no calculo mal, creo que no es poco. Mi debilidad es creciente, ¿o inconsciente? Murmura por el camino pavimentado y grita por el enripiado. Las piedras no destruyen el imaginario, más bien lo calientan, y limpian su exceso diario de deudas con lo bestiario. Cada ser interior que se da al exterior corre el peligro de ser conocido y perseguido, por sus estupideces o insensateces, es el precio a pagar en un mundo del que se duda hasta de aquel que intenta amar de verdad. ¿Imaginación o realidad? Hasta pueblos se han

Martes 13

En los vidrios resbala el deseo, el sabor de la humedad se desliza en el sonido sofisticado del viento, tiembla el dolor, agoniza el gris en la pérdida de su color. Te voy sintiendo desde temprano y ya no puedo imaginar un hábitat mejor. Esta saturación de esencias naturales persigue mi expectación. Es tu luz, que entre los caminos desahuciados de este martes 13 me iluminó. Recibo el consejo de una gota que baja por el maullido de Lucy, pero aconsejar a una idiota es tan estúpido como el consejo mismo, es redondear un viaje por la insalubre senda de un ser desconcertado, que vibra, que se ve condenado y atosigado por sus demonios bailarines, arrastrados con sus risas como entre jardines. Un matecito se enfrenta a la vela, arranca de sus sueños al humo, perfecciona sus movimientos ascendentes, se pasea entre los sonidos del viento y yo, como no te tengo, hasta te invento. Reniego de eso, pero te enfrento, te desafío, y hasta te desintegro. Al ratito, en un abrir y cerrar de ojos,

Silencios y gritos

Un pequeño silencio me desnuda, lo quiero y no lo quiero. Me entrego, sí que me entrego. Ahorro saliva para degustarte la piel (hasta los años habré de ahorrar), me arrojo en el mentón de tus brazos, definitivamente el calor me erotiza en tu regazo. Una sábana suave es receptora de un dulce castigo, tenerte tan cerca, robándome los sueños, asediando mi paciencia, y yo en tu esencia te persigo. Un suspiro se rompe en este desnivel de la noche, hay luciérnagas opacas que revisten el deseo, las estrellas se deshacen en nuestras manos, es amarte una explosión y un derroche. Voy queriendo alejarme, para sanarme, pero luego sólo quiero deslizarme por ese volcán que a tu cuerpo satisface. Otro silencio se funde con el sonido, palabra y sentido arrastran su pasión, desenvueltos hacen el amor. No me creo destinataria de lo que aún no sucedió, sólo acepto el 50%, y lo otro te lo demostraré a vos. Quiero y no quiero (litigio de voluntades), me estremezco, es fugaz pero tan vital tu li

¿Dónde estará mi inocencia?

Entre el estilo y la ternura, entre el glamour y la simpleza, un corazón busca el camino para salir con delicadeza, porque en esa pocilga que lo encierra sucumbe su gentileza. Y con esa destreza que a cualquiera haría perder la cabeza, intenta escapar por una ventana que se abre y se atraviesa, con una pizca de conducta inmoral que se sacude como un vendaval. Su objetivo es dejarse abrazar. La mirada le saca el pantalón al día, y el corazón está en ese punto justo del que se enfría, pero el amor (del que sólo sabe cada quien a su derredor) tiene el abrigo necesario, para hacer del denso hielo un candelabro, atorado en besos desmoronados que van subiendo por tu cuerpo desesperados, incitados por tu aroma desequilibrado. Una mariposa se ha posado en mí, justo en la parte de la campera rosa de Boca, en el hombro que espera tu cabeza para adorarla con firmeza, porque no puedo siquiera imaginar una adoración más exquisita que tu belleza, y mientras suenan las notas de Something de The B

El ventarrón de Dalí

Este ventarrón frío y seco se asemeja a Dalí y a su troupe de artistas surrealistas. Quiero dar una pequeña insensatez por sentada: tal es así que este porfiado viento también se parece a mi alma enamorada, que se sofoca en el tránsito lento hacia su propia redada, acalorada y vertiginosa como pocas, aturdida por tu seducción venenosa. Justamente es el momento de la clase de Lengua y Literatura en el Regimiento. No diré de qué curso, pero es martes. Mientras los chicos leen el cuento fantástico "El escuerzo" de Leopoldo Lugones, recuerdo cuando yo también lo hice a fines de los ochenta en la escuela secundaria de Magisterio de Esquel. Me sorprendió. Me gustaban esos cuentos extraños donde lo desconocido recitaba su parte en la historia e increpaba a tu entendimiento. Y me acuerdo que, tomando como referencia esa trama, nos hicieron escribir otra, personal. Quizás esa fue la primera vez que escribí un cuento (y me parece que la única), y hasta me emocioné con los resultados

Parafernalias

Parafernalia. Pensaba subsumir esta noche de lunes a A Fine Frenzy, pero el Instagram no me lo permitió y ataqué a los enemigos que podía con The Chemical Brothers. El pequeño círculo de madera está ensangrentado, teñido con tintas de espinas y destellos de estrellas. Los geminianos parecemos ser así, vamos aquí y vamos allá, pero yo tengo adherido mi deseo al corazón, aferrado, amarrado, y mi satisfacción depende de mi ilusión. Eso no va ni para un lado ni para el otro, se queda acá, y no lo puedo cambiar, ¡no puedo! El brillo se encrusta en el negro angelical. Las parodias, las personificaciones y la antítesis le otorgan la carga semántica a mis sentimientos. La noche va pasando entre los cables y la eternidad. ¿Hasta dónde llegará este circuito de palabras? Es una parafernalia somnolienta, ronca pero no quiere dormir, me entrego a la z pero estoy despierta, se puede destapar al silencio pero no te escucha, y te quiere tocar. Espero que respondas, pero luego pregunto "¿par

Depresión amedrentada

Las voces pueden más que las paredes, la pintura se eriza porque la susceptibilidad desespera, el derecho empieza por traspasar la decisión. Cuando algo se dice se hace por algo, pero cuando algo se lee se interpreta según el lector. No siempre es la primera intención del escritor, y el texto es una decoración: hay que saber escuchar cuál es su canción. Una palabra cruza el umbral como debilitándose, sus pies están cansados, oyen el rumor de un vértigo acelerado, la nube envuelve sus penas, el viento recicla su dolor. Decir es tan sincero que duele (duele bastante) y escuchar es tan filarmónico que asusta. Y aunque a veces las frases puedan envolver entre flores las esquirlas y las chinches, finalmente quien ahonda en su vida descubre lo que vive. (Me molesta un poco que cada quien que entre a esta oficina te quiera dar un beso, y me atonta el pensamiento en todo momento parar esta discusión que tengo con el día, ya que la quiero concluir). Viene galopando entre sueño

Historia de amor entre la lluvia y el mate.

Lluvia y mate se conectan, izan las banderas de su adoración, se untan con las cremas de la pasión. Aurora no ha sonado, pero sí la inverosímil disputa de la yerba y las gotas, que insisten en refugiarse una con otras, en un paraíso matinal que no se agota. El fresco inicia un montaje de salpicaduras y aromas, las paredes tiemblan con el efecto del hedor de la lluvia que las adora, desodoriza al mundo con su ingenio mojado, como si pretendiera retroceder su andar y volverlo al camino extraviado. El sol palidece en este encuentro, se mecerá entre las nubes hasta que sus energías regresen. Es un condimento desatinado en este concierto sereno y desordenado. La humedad tiñe de ganas lo seco del polvo, entre el calor terapéutico de su ternura y su inconsciencia besa a la yerba a su antojo, destapando lo imposible, asediando sus límites, y en la suave entrega se van limpiando sus tintes, hasta quedar lavada como una herida enamorada. Y se aparece el viento, sobre un camino estrecho,

"You belong to the city, you belong to the night."

Los retratos pegados y asegurados firmemente en las canciones, sean en inglés o castellano, me dan un atractivo comienzo para detallar con esmero lo ocurrido en ciertas circunstancias. Puerto Deseado, hace tiempo, se debatía entre ser una ciudad o un pueblo. Dicen que si posee más de 20.000 habitantes ya forma parte del reino de las ciudades, pero por su personalidad presiento que aún conserva la peste pueblerina, que no es mala, no es buena, simplemente es un quehacer diario de cosas que pretenden manifestarse y surgir, como soliloquios que intentan difundirse, o pequeños detalles que quisieran salir a la luz en extensos encuentros. Aún no me queda claro qué es Deseado, sólo me queda pensar que pronto me iré de aquí y que mi destino volverá a mutar. Lo único que no muta es mi alma, siempre recogida en la autopista de los sueños, le hace dedo a la imaginación, pretendiendo subir a sus automóviles, hurgando por atención y contención en un mundo indiferente. Pero al menos habla en s

Parece que lo más digno de pensar en Puerto Deseado es cómo vamos atravesando los paros.

Tuvimos varios, hasta hicimos retención de servicio. ¿Cuál fue la razón? Los pagos de sueldos a los docentes quedaron retrasados, es como pretender atrasar también la vida misma, alimentarse en tres días a más tardar, pagar los servicios públicos en una semana, o viajar en dos. Es como pretender que el viento se convierta en un incienso en el patio, y saborear los detalles que la tierra ha dejado en su febril naturaleza. Hoy, 1 de diciembre, nuevamente se para. El escrito que los congresales del gremio han difundido explica que será por tiempo indeterminado hasta tanto no abonen sueldo, retroactivos y aguinaldo. Pero yo quisiera sólo cobrar de tus ojos un beso, y eso temo es imposible. Por lo tanto hoy jueves y mañana viernes no pararé, quizás si la semana entrante, hasta tanto me invites a la fiesta que organiza tu corazón. Me pongo a investigar en el aire y descubro ciertas sensaciones, cosquillas en los brazos, alternativas húmedas en las paredes, posibilidades en el péndulo d

Cuando uno ya no lo es todo (o parcialmente) en la vida de alguien

El silencio rodea la especie. Hay una sabrosa fisura existencial, tenebrosa pero jugosa. La falta de sonido tiene en su pierna una herradura mojigata y apetecible. El sabor inunda la noche, pertenece a su secreto, lo construye, con paredes melosas y andrajosas, todo se derrite y se cae alrededor, todo sabe a distancia y absurda consolación. La noche se divierte con la sal, el moho con el rostro encremado (mirá que me pongo cremas en la cara desde que tenía catorce años, ideas de mamá), el estómago con sus ruidos. Cruje la distancia y asevera la deserción. Pasan los cartones del olvido, se pasean restregándonos en la cara sus triunfos, triunfa la lipotimia del deseo, gana la ceguera de la perseverancia. Pero no, es la falta de entusiasmo, eso es, es la instancia en el camino de no hacer frente, y es la pasividad de la prestancia. La severidad de la falta de lucha y la temeridad de no saber si se ganará al continuar. Se relame la inconstancia, se divierte la sangre legendaria, se di