Pensándolo

Pensándolo bien, no se trata de elegir. Seleccionar una estrella por otra, tampoco. Tocar otra fragilidad que no sea la tuya, ni aún eso. Elegir sería confundirme con el trayecto del viento, espantarme por la falta de placer, mirar desde un cactus mi corazón, que no es fuerte cuando ama, se desbalancea, curiosea, se entrega, entibia su recipiente, hasta se embellece, no, eso no puede elegirse. Nada de eso. Es un faltante de equidad, una sobra de dispersión.

Pensándolo mejor, me niego a pensar, no quiero razonar, disiento con la intelectualidad inaceptable y sumisa, tengo un dulce que me llena el alma, hay mucho sabor. Hay una especie de deconstrucción de la realidad. Temo convertirme en una rareza que sólo piensa en vos. Pierdo el corazón en cada sentido, y lo gano en cada mirada. Estás ahí, no hay por donde irse, busco la salida, y sin embargo quiero quedarme.

Pensando finalmente, la elección es una trampa del amor, no existe, no vive, no descubre sus artimañas ante nuestros ojos, no hay posibilidad de escapar, de tomar otra ruta, no hay forma de saludar a otros barcos ni de posarse en otra boca de expendio que no sea tu ser, tu ser y tus manos, tus manos y tu cuerpo.

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