Miedos

Tengo miedo de no poder dejar de querer mirarte
como mi mejor pasatiempo durante mi excursión por el arte.
Tengo miedo de no poder dejar de querer amarte
ni de querer dejar de tocar esa piel que me despierta el hambre.
Atribuir mi falta de acción a no sentir
tus besos en toda ocasión.
Echarle la culpa de esta pereza
a tu belleza
que cuando más se acerca
más me interesa.
Porque vos sabés que es fácil
luchar cuando se tiene una sonrisa como ésa,
pero todo es más difícil
cuando hay que buscar por dentro lo que vale la pena.
No quiero comprometerme
a sentir distante el aire de la tarde
ya que de pronto el augurio eligió ponerte
delante.
Hay otras necesidades, más humanas, más urgentes,
pero sólo quiero a vos necesitarte
como casi siempre, como ahora,
aunque estés distante.
La necesidad aviva la vida,
le hincha y le descubre su secreción interna,
hace un globo con su cadera
y le ayuda a encontrar su meta perdida.
Respirar,
expirar,
desestimar
y suspirar.
Tres intervenciones mágicas
que el corazón agradece,
y más cuando la polvareda y el viento crecen
dentro de un alma trágica.
Pensar en vos, aunque no piense en vos,
me hace dar miedo de seguir pensando en vos,
aún cuando la atención
prenda las luces de mi razón.
Porque todo en este cuerpo es corazón
que sabe de vos,
y se aflige si tenés frío
y si te ofusca el calor.
Tengo miedo de no querer dejar de pensar en vos
y de querer dejar de pensar en vos,
porque navegue en un barco o en tu mirada
si no pienso en vos me sentiría ahogada.
La hoja y los chicos me miran,
me hacen preguntas,
las letras de la asistencia se asustan
y por el beso del aire jadean las cortinas.
De la estructura no tengo miedo
pero sí del soneto
que no respeto
porque prefiero escribir en mi propio juego.
Al final cada palabra me corresponde,
y te corresponde,
y tengo miedo de dejar de querer corresponderte,
pero tu ser es mi soporte.
La necesidad pacta con un burdel
y la aguja ama al carretel,
mi fe no la dejaré,
no cederé.
Tengo miedo de dejar de querer quererte,
pero de tanto miedo más te quiero
y si no te quiero me desespero
y más te espero, te espero.
A veces soy demasiado rápida, atolondrada,
en el decir y el pensamiento,
y me pregunto, ¿por qué no espero
que pase el tiempo?
Pero la suavidad de lo genuino
transita en libertad por mis senderos,
y aunque sea lo que inspira los castigos
prefiero lo auténtico al desapego,
prefiero tu ser a mis miedos.

29 de noviembre de noviembre de 2017.




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