Empanadas para la cena

Y yo me río también che, los caramelos me van sobando los labios con ese dulce existencial que derrite el acero. Espero, mientras pienso cómo aromatizar mi vientre, espero.
En un instante de debilidad, severo, te quiero tocar el pelo, acariciar el espinazo de tu existencia, acelerar el escape de la sangre en mi herida para terminar en las nubes o hundida.
El repulgue de las empanadas va esperando un poquito, y yo te huelo en la precisión de la cebolla esculpiendo en la sartén su deseo infinito, abro mi imaginación una vez más, para qué vamos a inventar, te tengo rondando en mi corazón aunque no estás, y aunque no estés nunca, porque el huracán, aunque no haya pasado por mi nuca, ha penetrado en mis sentidos y me ayuda.
¿La nuez moscada? Te cuento, aparece arrasando la elección de mi nariz, ajetreándose en el camino para poderte sentir. Y como una perdiz, el choclo se hunde hasta el fondo y comienza a reír, a reír, con la pimienta negra, sí, ¡no hay elección más atinada que escucharlos reír!
Si el condimento es apenas un pez que navega en el mar con desaciertos, vos sos mi alimento, ¡vos!, te inclines o te alejes, me elijas o me dejes, me abraces o me beses, me ignores o me toques, el mundo se mueve rellenito por todas tus voces, la de la risa, la del llanto, la de la frivolidad, la de la humanidad, la de la belleza y la pereza, la de la soberbia y la de la inocencia.
¿El horno? Me recuerda a mi alma, espera calentito a que meta las empanadas, que no deben quedar muy doradas, no quiero que se arrepientan de estar enamoradas.
Y en forma dócil y sumisa, me voy perdiendo en vos mientras a futuro pienso en preparar una pizza, ya que no importa qué tipo de cena se me ocurra para pasar esta noche serena, habré preferido tener tu ser al lado de la sartén, haciéndome compañía mientras saciamos la sed.

20 de noviembre de 2017

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