Dimensiones de la palabra...

Momentos atrás pensaba en las dimensiones que debe tener cierto escrito, novela, poema, elíxir de palabras, o que se yo que compendio de letra, hora y comportamiento para ser llamado relato.

Asistí a la charla que realizó el escritor Tomas Eloy Martinez en Trelew, pero nada queda en mi claro en lo referente a qué es un poeta, qué es un escritor, qué es un soñador, qué individuo un periodista, o qué ser un novelista. Tengo frío ante la pregunta, los dientes machacan sus dudas, hay efervescencia en el dato que he recogido de tanta palabra suelta. Porque las casillas me tiñen de dudas, el encasillamiento temporal aun más de dolor.

Entonces, meditaba acerca de mi, de mi ser que naufraga entre eclipses de países y circunstancias, me cuestionaba sobre mi capacidad profesional de "comunicadora social", que no sabe obsequiar a la multitud un tramo de realidad, esa realidad pintada y consternada por ideologías que se mudan de tiempo en tiempo a otras ideologías, y que trasladan su emergencia de persona en persona, de situación en situación según "conciencia" o "dignidad" de época. Me preguntaba por los otros, por los que no huelo ni observo al permanecer metida y obtusa dentro de los límites de mi casa virtual.

¿Qué soy, quién soy, qué soy para el otro? Me pregunto si el catálogo de la conciencia ajena me permite ser algo para el ser del trabajo y el capitalismo que evacúan sus ansias en estos tiempos. ¿Qué soy para el que planea para mi una escasez de sinceridad, y una contención de deseos y sentidos expuestos para la "buena" visión de la realidad? ¿Qué soy para el otro, para lo otro, para los otros? ¿El ombligo donde descargo mis miserias o una alerta para que los panales de abejas no piquen al extremo del daño irreversible?

Si algo he aprendido en estos meses de insomnio en mi cabeza (pero en lo que ahora caigo en cuenta, como dicen en México) es a no esperar nada de nada, nadie de nada ni nada de nadie, sólo espero la nada cuando la nada te hace ser un ser teñido por las habladurías y el desenfado al expresar.

Son dimensiones lo que hace falta, porque no me alcanza para ser novelista, no me alcanza para hacer mentir al mundo ni a la realidad poetizada, no me alcanzan las palabras, porque en el intento de ser y de salir de mi fracasan antes de llegar, o son tan pocas que no alcanzan a darle sabor al gusto. El gusto es tan inquieto, tan exquisito que es necesario llenarse para amedrentar el hambre del saber. Así que novelista no seré, mi interés no es calmar hambrunas temporales, mi interés es ser para quien quiera que sea y que quiera ser...

Según entiendo, periodista tampoco podré ser, porque soy más sincera que la lluvia cuando palpita, ¿cómo arrancarle los escrúpulos a la sinceridad? ¿Cómo ser una trabajadora del arte de la temporalidad de la escritura si mi ser atemporal practica el incesto con la palabra? Me tiemblan los dedos, juegan a mentir, o a no concretar mis verdades, coherencia no les puedo pedir.

Poetisa temo tampoco ser. Se me calcina el momento de la lírica cuando la voy esculpiendo. A cada rato el fuego realiza más el acto de la ceniza. Mis papeles se enjabonan las manos y por ahí se inclinan a la simpleza. Entonces, ¿cómo pretender poetizar?

¿Y filósofa? No planteo hipótesis que resulten al final la concreción de los sueños del ser. Me vivo equivocando entre parcelas diarias de realidad, y los caminos me obligan a pactar una y mil veces con las circunstancias para no caer en la bajeza. ¿Cómo ser filósofa sin pecar de omnipotente? La tragedia devela mi ser, no estoy para infundir leyes ancestrales.

Me queda la palabra, llana y pecaminosa, serena pero desgarradora, así como lo dijo Eloy Martínez, es como el elemento común entre las tecnologías y lo que fue aquella tradición de libros y periódicos a base de papel, aquel nexo entre las ideologías y la realidad.

Palabra, puente potente entre la ceguera y el querer significar, mancha dejada de lado por la lealtad y emblema del arranque de sinceridad. Palabra, objeto inanimado pero que anima. Una palabra quiero ser, de la palabra quiero vivir y respirar, hamacar en ella el pensamiento y jugar, como cuando hace días acampaba en la calle, buscando la noticia y revolviendo con mis sentidos lo que pudiera quedar. No habrá quien nos quite la ilusión de la palabra, chica o grande, novelista, filosófica, oblicua, periodística, poética, puntiaguda, cuadrada, hedonista o humorista, transfiguradora de emociones o informativa, es palabra nada menos y nada más...

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