Ruiditos



Otro ruidito merodeando mi corazón, como un beso expresado en palabras de amor (y una varita de olor que se quemó), y no me importa un bledo de los meridianos y los “algo” septentrionales que aprendí en la escuela: te quiero a vos. Sí, tuve algunos profesores por los que valió la pena refugiar una ilusión de seguir el camino de la razón, y armarme de unos libros con argumentos contundentes y tranquilos, de esos irrefutables en el mar de pensamientos leales, pero me enamoré de vos. Arrasé con el martillo ideal nietzscheano, me fumé largas horas de dolor y esplendor con Zaratustra y su león en el llano, aplaqué las blasfemias del Anticristo pensando en que tarde o temprano siempre hay una solución para el desvarío, pero me equivoqué, y me di cuenta cuando te vi a vos. Por ahí se me ocurre sacudirme las pantallas delante de los ojos y pensar que sólo son antojos, y no es por el embarazo de amebas que se me ha formado en la panza cuando tu visión se realza, no, es que cada latido que se inclina ante mí me recuerda todo lo que por vos se afianza, y hasta la vida misma, sin vivirla, sólo con transitar sus orificios crudos, sólo con eso, me alcanza. Apilé los textos en el desván de la biblioteca, donde el silencio abunda entre paredes perplejas, también hay un olor a naranja que no es persa, es la pintura recién ordeñada de la libertad y su pereza. Agonizan los VHS como muelas picadas, hago una cosa y luego la dejo desinstalada, como los falsos programas que podés bajar de Internet para tener consuelos de extensiones regaladas. Nada de eso me importa nada, ya la lluviecita que cae y se filtra por la ventana es mi mejor acido sulfúrico para hacer esto público. Caminan las emociones por la persiana, porque sí, tanto que se ha cortado la luz hoy ellas han dejado expresadas unas malas palabras, pero olvidate que las escriba, yo sólo quiero ser de vos aunque el tiempo me reprima y a la hoguera me remita. Otro ruidito y mi alma brilló de repente como la esmeralda que no tiene la gente, porque no todos tienen la suerte de andar por el mundo comprando porquerías aunque no les sirva. La belleza pasa pronto porque se olvida de vivir, y a mi sólo me interesa hacerte sentir. Olvidá que los colores son los mejores sabores de una tarde de calores, acelerá el paso que las golondrinas me llevan en andas de sus abrazos, y te quiero hasta cuando te combato, hasta cuando te peleo y no te creo. No olvidaré a Platón, pero por favor, dejá que te demuestre lo mullido que está este corazón por vos.

06 de abril de 2017.

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