Escapada al puerto

Te juro que me tiembla el corazón, podría personificar a una hoja que pierde la razón, pero apenas es un habitáculo que resiste al frío en un mundo simpático, nada más que eso, una esfinge solitaria en Roma que por tu existencia se alborota.

El sol personifica pirámides a través de la ventana, yo tengo el espíritu luchador como una espada, y luego de un rato de desprecio carnal tu pelo se convierte en el horizonte de esta madrugada. ¿Sabrán que existís las hadas?

En el camino voy mojando el corazón, su lápida me tienta, pero hago de cuenta que vos me das el beso y todo se contenta, hasta la playa siniestra se hace un lugarcito para sacudir mi entereza.

Sábado, y Deseado saca a pasear el escobillón en medio del ventarrón, huele a cambio en este mediodía noctámbulo, de colores está hecho el mundo y el asombro se ha quedado mudo.

Tengo el puerto en la nariz y tu voz se me aparece como un desliz. La razón tiene sus pausas, y yo te tengo adentro aunque lo razonable me clave sus garras.

Es un pecado querer, pero me hace renacer, retener el poder, ser, ascender y volver a caer, nada como ver el alma arder, saliéndose del manto del agua como un pez.

En esta escapada al puerto te pienso, una y otra vez como pensamientos lamiendo la mañana y los besos, te pienso, desglosar el primer momento y ver este último tiempo (que es un gran tiempo), te pienso, como dudar que aunque las huellas tengan la consistencia que puede haber en la arena seca, te pienso, y aunque se me alborote la vida, derrotada por una explosión matutina, te pienso, te tengo aunque no te tengo, y te pienso.

09 de septiembre de 2017.

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