Las cosas se acomodan y desacomodándose viven, siembran la inexperiencia, delegan responsabilidades, palabrerío, sulfatos de frases aisladas, sentir, sentir, sentir, dolor, amor, dejar de pensar, nada más sentir, atravesar tu mirada saciando el esquema conceptual de un minuto. ¿para qué más?

Quiero volver a ser niña, nunca crecer en olvido, volver al Nueve de Julio y al Salto de los años ochenta, cuando las piletas y las sonrisas abundaban serenamente en las tardes, parloteaban sus veranos cálidos delante de la multitud céntrica. Volver a aquel Trelew que me vio llegar de tarde, mirando el secreto de autos cansados, escuchando el llanto de las bocinas nocturnas.

¿Por qué seguir creciendo, dar otro paso más de este maravilloso día en Vía Patagónica, lluvioso, estruendoso, vientero, matero, pero hermoso, sin que sepas que estás de mi lado? No quiero crecer más sin oler tu alma, no. Le daré un golpe al Lago Ontario y me volveré a sentar en la misma mesa del Starbucks, plagiando miradas, observando el tiempo de los vecinos apurados, sientiendo el polvo orgánico que acaricia el fuerte café. escuchar ese lounge o ese jazz predominante.

Urgir volver es urgir no pensarte, urgir sólo tratar de olvidarte.

Sólo con un respiro me ha bastado, verte demasiado es buscar demasiado, es haberme enamorado aunque al instante contiguo te haya olvidado, es haberme percatado que crecer dando sólo un paso más hacia vos, es sin aire haberme quedado.

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