Change the world

Cambiar el mundo es algo tan difícil, requiere de emoción y lágrimas, de dudas y temperamento, de ojos salpicados y tormentas, depende de la buena predisposición de ni siquiera hablar mal del otro cuando estamos absolutamente solos. Como lo decía Nietzsche, eso nos haría honrados, y es precisamente la honradez por donde deberíamos empezar. Son millones de cosas, son descartar la hipocresía, censurarla en un sobre a un destino de indecencia, retener la lágrima para colgarla en un cuadro y observarla de vez en cuando, cuando nos riamos tanto tanto que nos hayamos olvidado de emocionarnos, sacarla al exterior y extender las manos como una esponja para absorver la inquietud de vivir. La perfección es tontería, es una hecatombe desnuda, congelar el pasado es decretar el olvido, enterrar la memoria, hacer oídos sordos a los reclamos una determinación de caminar liviano y a pasos escondidos. Escuchar, manipular el acto de la naturaleza, regresar al choque de miradas, trascender la pena para contemplar el presente después de aprender su enseñanza, arrasar con el abrazo, decretar su grandeza, no melodramas, pero si mirarte desgastar la labor de las abejas con tu dulzura. Quiero ventilar el amor con una sábana al viento, envolver tus ojos en una almohada y no separarme de tu calidez al mirar. ¡Sólo entre murmullos de besos transparentes podremos avanzar!

La idea de cambiar el mundo me hiere, temo quedarme parada en el camino sólo agitándote las manos para que me veas. ¡Te quiero acariciar!

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