Después de la charla...

Es el cuero del espacio, nos separan infinidad de puntos, está desnudo el silencio. Fluyen las voces, los ruidos de motos atormentan la lumbre entre la alfombra y la ventana, pero nada dicen, nada expresan, todo tiembla y da miedo cuando se quiere realmente decir, hablar, expresar, esgrimir, deshidratar la mirada, opacar el anonimato, fluir la hipotermia del viento y cancelar el distanciamiento...Todo se ata al mutismo, solitario espacio entrometido entre miradas...

Me preguntaba cuándo dejamos de dirigir palabras, o cuándo dejamos de confiar, o cuándo no confiamos nunca. Me preguntaba sobre el negro silencio que no canta, que no envuelve las vidas entrenándolas para unirse y despojarse de la nada. Me preguntaba dónde queda la ecuación que unía un tono a una nota, una fragancia a un perfume, un olfato a una comida, una hecatombe a la paz. Me preguntaba por el momento en que coordinan los deportes y las letras, por aquel anochecer encadenado al sol, me preguntaba dónde quedan los diálogos que alguna vez crearon el mundo, aunque sólo fuera un perfecto y tangible segundo.

Hablar es sereno, consiste en escuchar y repeler el silencio, necesita del parlotear y del hacer caso al oído y su inquieta necesidad, hablar es hacerle caso al alma escucha.

Me preguntaba dónde ocurre el olvido que tanto olvida por olvidar y ser olvidado. Me preguntaba por qué tanto desgano al hacer congruentes las frases. Me preguntaba a quién el vertigo le confía sus latidos.

La distancia repugna. Hay escasez de dulces sueños. Los pájaros se olvidaron de acampar y mojar sus alas en la ventana cuando llueve. Aquella luz espera el fuego...aguarda el fuego.

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