El que deja de esperar deja de ilusionarse.

Porque la sangre no sólo es sangre fluyendo del corazón, también es la herradura que sostiene firme la ilusión, la expectativa que hace de la esperanza cada ocasión. Aunque me haga mal, me hace bien: el brillo sostenido de tus ojos, el enigma que se repite, la insolación que erigís en mi alma, la fuerza contenida y, a veces, el huracán desatado. El idioma de la ilusión es sobreexigido y sobrevalorado. Tiene mala fama, y con razón. Es perpetua la intersección por donde pasa su música, es de vital importancia para los espíritus su nutrido resplandor. Pero es un obstáculo para los que pretenden que no sientas su clamor. Las almas tibias no se ilusionan, desgastan en la realidad lo poco que tienen, y tratan de ver por dónde los sonidos vienen. Pero, ¿qué es la ilusión? Es una estratagema de los vientres para fluir y destruir la abstemia de sueños, es una plegaria al cielo pidiéndole que tu voz se escuche más seguido, es un cuestionario matemático con respuestas literarias, es una pequeña lumbre en el horizonte que se pronuncia cuando aparecés, es la revolución de la vitalidad que se manifiesta cuando existís cada segundo, aunque yo no te vea, aunque vos no me veas, ni intentes ni oses verme, pero yo intente y ose verte. La ilusión no ocupa el mismo significado entre los cuerpos, es para unos una mentira y para otros la verdad más pura, porque nadie puede dar nada por sentado, por eso yo sigo ilusionada, aunque no aparezcas nada y aunque las luces estén apagadas. Los rumiantes siempre tienen esperanza. Y mucho más las almas.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Sólo porque lo que dura no para de durar

New Year (Happy or common)

Hacia el cielo