El "qué importa" de la resignación

 Jajaja. Cuando me quedo sin palabras me inundo de la hostilidad del sol. Me abrazo en su fortaleza para expulsar las incipientes malas palabras que tengo ganas de decir. Siempre termino no diciéndolas. Parece que estoy acostumbrada a opacar mi espíritu ante cualquier aproximación de mis consternadas sensaciones.

¡Tengo ganas de expulsar tantas cosas! Pero no lo haré, no tiene sentido. La palabra no es escuchada. Leer no tiene sentido absoluto si la lectura no cambia en algo la dirección que vamos tomando a medida que vamos viviendo. Porque acordarme de cada palabra que Nietzsche escribió sobre su Zaratustra no hace explotar nada, ni contraer ningún músculo. ¿De qué me sirve acordarme literalmente de una teoría de Hegel si no la aplico para solucionar o pensar algo distinto a la teoría en sí? Ojo, esto lo pienso y lo digo porque en realidad no me acuerdo de ninguna frase que Hegel escribió, ni pretendo hacerlo, por ahora. Hoy leía en mis recuerdos de Facebook un escrito como este, que escribí en algunas de esas mañanas de locura pasiva:

Militar en un espacio de silencio. Militar en una baldosa de desentendimiento. Militar en la suavidad de una lágrima. Militar en la exquisitez de la ignorancia. Militar en el umbral de la exageración. A quién le importa, si militar es abnegar y no usar un arma en estos momentos, abnegarse al flor de piel de un sentimiento que no puede dormir, porque la ilusión es sancionada. Echémosle la culpa al período, es más fácil.

Luego de leer esto que escribí en algún efusivo espacio de tiempo, tengo para decir que me recuerda al "eterno retorno de lo mismo" de Nietzsche (parece que mis sensaciones son constantes, en otros tiempos, en otros contextos y con personas distintas), y eso de "qué importa", que decía una y otra vez el personaje de Linda al personaje de Chris Gardner en "En busca de la felicidad". El "qué importa" de la resignación.




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