Riñas en las paredes de la escuela
Hoy ya no se enlazan los
silencios con las risas, hoy se enfiestan descaradamente los enojos y
las paredes. Con una vitalidad acelerada, en su redundancia se
acaramelan en los pasillos de la escuela, depositando el contenido de
su quejas en las baldozas, a plena luz del día, y en un abrazo
arremeten contra sus vientres y se entrecruzan las piernas. Esto de
aturdirse con el desprecio y la enajenación de las miradas y los
días, sabe a realidad. ¿Quién no ha sucumbido ante la discusión
escolar?
Te quiero igual, sí, te
quiero igual, en el escondite o a la luz, en el derrumbe de mi propia
pregunta o en la constelación que te hace brillar sin igual y sin
medida. (Lo que brilla también hace enceguecer a la objetividad).
Son verdes las hojas que se mecen suavemente entre los besos de la
brisa y es absurda la espera, pero lo absurdo es una reglamentación
muy estricta y exigente de la vida, y hay que cumplirla.
Absurdo es el mismo viento que
empolva los fracasos, absurda es la ocasión que no se da, absurdo es
el complemento circunstancial de lugar que transita por la gramática
de la lengua castellana, absurdo es el verbo ilusionar. Absurdo es el
obsequio que el corazón le hace al artefacto ventricular, cual beso
incierto que pretende llegar. Absurda la misma existencia sin un
objetivo particular. Absurdo es temblar.
“En la escuela falta
preocuparme por el bienestar de todos, porque el estar acá no es
sólo estar. El otro existe y es importante para uno. Y eso no está”,
se dice por acá. Preocuparse y ocuparse es tan importante, que a
veces coincido y me hago cargo de la escasa preocupación por el
otro. Pero, ¿cómo empezar? ¿Por qué pequeño detalle podemos
comenzar a avanzar y dejarse llevar por la preocupación, en el buen
sentido?
A ver...ofuscarse de nada
sirve, sin embargo es un sentimiento posible la ofuscación, por algo
somos humanos, o la misma ofuscación nos hace ser humanos. Detectar
la ternura podría ayudar, vivirla, olerla, refrescarse en sus aguas,
desesperar por su llegada, si, pero, ¿para qué? Completamente
aturdida de idas y vueltas está mi alma. Y a pesar de todo vivo, es
como que ese mismo aturdimiento es lo que nos da vida para seguir
reflexionando, ya que la falta de problemas sería una perfección
exacerbada e imposible. Pues si radicamos nuestros menesteres diarios
en esa imperfección, siempre hay algo que mejorar, y eso es bueno.
La tenia de la desilusión se
ha instalado en mi alma. Pero descartaré por ahora sus impulsos con
vinagre y lecturas, con humos protectores y desaceleradores
nocturnos, obligaré a la palabra a instalarse crudamente como
realidad penetrante en mi ser, dejaré al alma objetiva, picante y
con las cubiertas bien infladas. Al menos por un pequeño espacio de
tiempo, porque es necesario seguir.
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