Un desplante
Juro que me hartó
el descrédito para una posible relación de amor (como si el amor
fuera una equivocación, como si no se pudiera ser lo suficientemente
valiente para enfrentarse a la responsabilidad de amar y de aprender
con el otro, como si no fuera una de esas aventuras posibles de
conquistar), y aunque el hartazgo me supere temo que seguiré dándole
bolilla, como quien sigue lo doloroso para retrucarlo. Y aunque aún tengo mucho que aprender, así y todo lo elijo.
Claro, el mundo es
un cóctel cartilaginoso de opiniones y comprendo a quienes no lo
aceptan, porque en definitiva se trata de sentir lo que uno quiere
sentir. Pero esto que siento es quizás un desplante que me hago a mí
misma, como ferviente admiradora del amor de verdad.
Sin embargo, ¿quién
se juega hondamente hoy por amor? ¿Quién se arranca del pecho un
latido para elevarlo y mostrarlo y demostrarlo? Ni hasta sé si soy
yo capaz de semejante maravilla, denigrada por mi propia
contradicción y extasiada por mi propia idolatría. ¿Cómo conjugar
realidad con deseo? ¿Cómo hallar lo que se busca y que te halle
quien te busca? (Llegó mamá de 9 de Julio y ya nos vamos al
Instituto Fleeming. Tengo fe).
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