Prefiero retirarme
Eliminando
los residuos del organismo me doy cuenta por qué caminar acrecienta
la voluntad de aplastar los pensamientos. Indagar en el pelo de la
noche y que no me asuste. Tender la cama opaca y dormirme sobre ella.
La prisión es exquisita pero insalubre, se reconoce posesiva e
intransigente.
Tu
voz tiene un campo de acción sobre la ilusión y las armas reales.
No se altera ante las redes sociales, es más, administra su poder
como una caminante despechada y desalmada. Presa de la textura de tus
labios, entregada a la sagacidad de tus emociones nocturnas, me
arropo con los mensajes de la computadora, no, del teléfono, no, de
la tableta. Son como esos comprimidos que estaban confiscados por
contener contraindicaciones, el amor posee la más importante.
“Una
palabra bastará para sanarme”, pero no, prefiero retirarme. Si me
escondo sabré dónde están atascados mis deseos, y también sabré
dónde se cubren con pasamontañas mis pensamientos. Si me recluyo
entenderé de qué estoy hecha, si de arena o de pureza de
sentimiento. Si me sostengo en la curtiembre de esta primavera, no
tendré frío, aprovecharé las flores para cubrirme la contradicción
y resurgiré como una grieta amarilla, sedada pero afilada.
Te
veré desde lejos, esperando encontrarte (siempre esperando
encontrarte), pero destinada a pensar en la posibilidad de cambiar de
escenario, que apacible espera como un sedentario (no hay tantos que
no sean cuartos). Te besaré eficazmente la conciencia (que con su
apetito influye descaradamente), reflejaré mi espera en tu ansiedad
y te detendré las manos sólo para desearte más.
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