"The game of love"

 

Los idilios son impostergables en mí, y más precisamente durante estos días. No tienen un motivo preciso para ser ni yo los defiendo a partir de argumentos. Sé que están, lo sé, lo entiendo, y en ocasiones me saturan, pero otras veces me hacen pensar que las rejas no tienen pinchos y que se puede saltar de un tirón a través de ellas. Que terrible venganza ejerce sobre mí la ilusión. En una nebulosa estoy yo, desarrollando imaginaciones como si fueran hechos para concretar. La verdad es que congraciarse con el alboroto no es sano. Me pongo a pensar en tantas cosas, pero es necesario apuntarle en el blanco a la ansiedad. 

Hay un comité en esta noche embelesada. Las nubes se reúnen a charlar a partir de este latido que me inquieta. ¿No es que los sentimientos son maravillosos? Entonces, ¿por qué te carcomen el alma como sanguijuelas maltrechas en el desierto? La inquietud me atrapa y se pone a bostezar a mi lado, me domina y me anima a flaquear. ¿Será caer derrotada lo que me espera cada otra vez que vuelvas a mirarme? Y si yo puedo decidir sobre mis pasos, ¿por qué sólo atino a buscar el sendero que me dirige a vos? 

El destino es impredecible y, al mismo tiempo, electrizante. No lo decidimos, pero finalmente tomamos la decisión de qué hacer sobre él, y la carga de la decisión no es tan fácil de llevar por estos días. Porque una nunca sabe si en un rato se presentará el amor verdadero que mueve la tierra y enciende las estrellas que se han apagado con la efusividad ermitaña. La calidez obra en forma magistralmente viperina para enredarte nuevamente con su ovillo. Nunca sabés hasta dónde puede llegar el amor, ni de dónde viene, pero su profundidad te exasperará el inconsciente cuando aún no te hayas arrepentido de sentirlo.

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