La palabra, el pasado y la espera

 Cuando vas escribiendo y enviando, ¿no hay arrepentimiento?

¿Qué tan poderosas pueden ser las palabras para extasiar o destrozar?

A veces hay inutilidad en el trazo, ¡y duele!

A veces también hay un vendaval en la metáfora, ¡y te hace vibrar!

Recordar cosas que pasaron, ¿habla de tu tenue presente o de tu incierto futuro?

Hay oligarquía en la palabra, todo lo acapara y todo lo ignora.

Pero la palabra viene de la fundición al calor de los sentimientos, que no saben cómo manifestarse en el abrazo, o cómo retenerse para no pasar vergüenza.

Sí, hay personas que el pudor les pasa por debajo de las venas, pero hay otras que viven con la sangre contenida, esperando el momento exacto para salir y vivir.

Igual siempre pensé que era algo mejor lo que había esperado, y leído, y que nunca ha llegado a ser. Porque la palabra también es engañosa cuando no es dicha con el segundero que agita el corazón.

No es la muerte la muerte misma, es el silencio lo que te lleva al cementerio. La peste de la ignorancia. El recuerdo de lo que no fue. La necesidad de ser sin ser lo que siempre espera. 


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