Del domingo, ni hablemos

Domingo despistado
que busca consuelos tarados
en las ganas de los enamorados.

Morenita, de café y de ojitos, rumbeando por pasillos
vas mirando las alhajas
que van armando las estrellas
en las veredas.
Por ahí vas, apretujada,
y me hacés soñar,
seas vos o no,
¡soñar!,
¡volar!
¡anidar!

Que maravilla,
no vivo de verdad,
apenas transito,
habito,
pero sueño despierta
con vos,
por vos,
¡sueño!,
¡es tremendo!,
y de vivir
apenas me entero.

Es un milagro,
es la peste de la rutina,
la enfermedad de la retina,
todo pasa detrás de una cortina,
como un acto
sabroso y de chocolate
de una obra de arte.

Vivo entre la vida
y lo que no vivo,
ni me atrevo al olvido,
no se me pasa por la cabeza
haberme confundido,
aunque sea un cruel castigo.

Soñar con vos me hace amarte,
y si no encuentro más razones
para seguir adelante
vuelvo al renglón donde escribí
la mejor parte,
tan hermosa como enamorarse, porque no me digas que
alguna vez no lo hiciste,
y de tus prejuicios no huiste,
fuiste con alas y no con riendas,
fuiste con besos y no con trenzas,
no me digas que así no es lindo, vos que tenés ojos oscuros
y tu serenidad da brincos
donde otros ven laberintos,
decime que no saliste de un libro, que tu prisión no fue un vestido
sin tela
y no te perdiste
mirando una estrella.

¿Ves? Te ponés a pensar,
y yo te sigo queriendo adorar
como una garrapata en verano,
y sueño, pero en invierno,
sin aumento de sueldo,
sin una propuesta
que termine con el veneno,
y en la almohada
me voy acomodando
para soñarte de nuevo,
en un domingo que es martes,
que es miércoles o jueves,
como si mi vida no fuera
una mañana que espera
volver de noche a tu lado
en el horizonte de un prado.

28 de junio de 2018.



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