"Time, where did you go?"

He pasado ya varias veces frente al edificio de la Universidad de la Patagonia, y sólo ayer nos vi a Miguel, Ada, a Virginia y a mí saliendo por la puerta después de clase y entrando al comedor universitario para hacer tareas o tomarnos unos mates. "Siempre te vas", me reclamó alguna vez Miguel, y yo partía raudamente para encerrarme en mi mundo filosófico y musical. Pero esa vez me quedé, y ya no los dejé.

La alegría de Ada, a su gran edad, no tenía igual, disfrutaba de la clase de Lingüística y de Literatura Latinoamericana más que yo, que sólo asistía para hacer algo más después de haber terminado mi primera carrera. Pero ella era la versión de "El Principito" en persona, y siempre hablaba de ese libro, algo así como un aliado para su vida. Me acuerdo cuando fuimos a su casa, en Rawson, porque Miguel iba a hacer un pollo a la parrilla. Ésa fue la cocción más larga de la historia, pero disfrutamos tanto que del olor a leña guardo algunos fragmentos, y no me los quiero arrancar del recuerdo. ¿Y ese otro aquel día? Cuando a Ada le hablé del disco "Cuerpo y alma" de Soraya, del que luego le grabé el cassette. Recuerdo haberle dicho que algunas de las canciones tenían el sonido de Pink Floyd (por "I need to be found"). Y aquel otro momento, en que le regalé el disco "1's" de The Beatles, porque sabía que le gustaba. Y también cuando me regaló una tarjeta donde me decía que no somos seres especiales, sino particulares. Y aquel otro momento, cuando chateamos por MSN, y ella estaba con Virginia en Trelew y yo en Toronto. Fue donde aproveché para "contarles de mí", porque soy valiente, pero me cuesta, el cara a cara me costaba, me daba "vergüenza", y ellas entendieron, como entienden los amigos, seas como seas, pienses lo que pienses. Y recuerdo cuando volví, pero volví para velarla, para reírnos y recordar anécdotas con Miguel y Virginia en un velorio de poca gente, pero el más hermoso de mi vida. Y de ella me quedó también la planta que crece entre los árboles, y que se dividió entre esta casa y la de mamá, y que cada vez que la veo ahí está ella sonriendo, como era su costumbre hacer.

Y más tarde se fue Miguel, y no pude despedirlo. Él, que me acariciaba la mano cada vez que caminábamos, él, que se cuidaba de ser grosero y decir malas palabras delante mío, él, con quien leía en la cafetería de La Anónima de "la Colombia" (lo que es el destino, hoy trabajo en la escuela de enfrente), y que me enseñó cómo escribían Olga Orozco y Alejandra Pizarnik, y con quien poemizaba en servilletas de papel, él, que quería que le presentara a mi hermana porque le gustaba. ¿Dónde se fue? ¿Te acordás, Miguel? Cuando caminamos toda la Irigoyen con Virginia, y le decíamos "ya falta poco", y era "una cuadra más, una cuadra más", hasta llegar al río Chubut. Hoy no estás y vaya a saber a quién irás a retar más allá...a Virgi ya no la cargarás.

Ayer y otros días pasé por el frente del edificio universitario y miraba hacia las ventanas de las aulas donde nos daban clases Ricardo Forster y Christian Ferrer. Me acuerdo de las varias veces que me dormía sentada, por la hipnosis de la suave y poética voz de Ricardo, que hablaba de los viajes profanos, de Baudelaire, de la utopía ("la utopía es el camino"), de Marshall Berman, de Octavo Paz y tantos que me hacían dormir, hasta que descubrí el placer que me hizo enloquecer, y ya nunca más lo dejé. Pero también recuerdo a Christian y a "las tizas que parecen luces de neón", y a su admiración por Nietzsche, y su lectura del prólogo de "Así habló Zaratustra", y a su clase de Schopenhuer, y a su referencia al libro "David Coperfield", y los libros de Lewis Mumford. Aún recuerdo el calor en mi rostro cuando me preguntó, "¿qué hacen con los diarios en tu casa?", y mi contestación fue "los tiramos". Y esa forma de hacerte sentir pudor, cuando se quedaba pensando, mirándote, sin decir nada...¿Y aquella acalorada discusión con una compañera sobre lo que está bien y lo que está mal?. "Está mal matar", decía mi compañera, pero Christian le respondió: "para el asesino eso está bien". Y ahí comprendí que no es fácil definir esas cosas, que simplemente no se definen, porque la verdad son perspectivas.

Pues antes de llegar a la escuela para tener la reunión institucional, un conductor subió por la calle desaforado, con su auto a toda velocidad...y si un niño se escapaba de la mano de su mamá, ¿quién hubiera tenido la culpa de ese terrible incidente? Calculo que conectarse entre los seres humanos y contribuir cada uno, un poco al menos, en algo al menos, podría ayudar...pero me acuerdo de tantas cosas que ya no están y me pregunto, ¿a dónde hemos ido a parar? Basta ya, desde el pedacito de tarta de limón y de tarta de manzana estoy a puro pensar, amar ya es algo que no puedo evitar, pero tratar es algo que no puedo dejar de intentar. Las empanadas de espinaca me iré a cocinar.

05 de agosto de 2017.

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