Cántaro
Tus pestañas anarquistas se
adhieren a mis ojos como en Cálgary te enfrentan los osos, presionan
compungidas mi mirada, alimentan su etnocentrismo de válvulas pesadas,
subyugando su tolerancia, y si me pongo de rodillas ante el invierno fanático
sacás a relucir tu arrogancia, y la perturbación de su goce insiste en
forcejear contra mi voluntad, que es tan débil como los lazos de agua en un
manantial.
”Tanto va el cántaro a la
fuente…”, pero hay que reconocer que las fuentes están rebalsadas y aseguran
una fuerte inundación de horas malgastadas.
¿Me mirás? Quien sabe si me
mirás, la orientación de tu mirada selectiva baila entre los renglones violetas
de las amatistas. Todo es oro, y la plata se pervierte cruzándose con los alces
entre las matas. De baratijas apenas sí se visten las lagartijas, que se
retuercen lavando y reluciendo la vajilla. Vaya a saber qué tipo de mirada
tenés, seguro no es la que te hace perder.
Vamos a ver, esas pestañas
tientan hasta al más cobarde, las estaría mirando tomando un café todas las
tardes. Total, a quién le importa esperar, las rejas y los senderos aún no se
van a cerrar, hasta que venga el fin del mundo no voy a dejarte de amar.
Pasarán los remises apurados
en días de lluvia, revolviendo el barro de las calles y dedicando bocinazos a
sus musas. Pasará el cartero mezclando economías y besos, como se mezclan la
dulzura y la bravura en el sexo. Pasará el perro del vecino ladrándole a los
gatos linderos, y este latido que se me escapa por vos no será menos, ni ahora
ni mañana, cuando me harte de querer besarte inventaré métodos para poder
tocarte.
Todo tiene un fin y nada lo
tiene, los zumbidos musicales persistirán entre los nuevos sonidos que vienen.
Todo se mixeará en el balde, el agua pura y la que ha pasado por los embalses.
¿Cómo no desearte?
04 de julio de 2017
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