El que deja de esperar deja de ilusionarse.
Porque la sangre no sólo es sangre fluyendo del corazón, también es la herradura que sostiene firme la ilusión, la expectativa que hace de la esperanza cada ocasión. Aunque me haga mal, me hace bien: el brillo sostenido de tus ojos, el enigma que se repite, la insolación que erigís en mi alma, la fuerza contenida y, a veces, el huracán desatado. El idioma de la ilusión es sobreexigido y sobrevalorado. Tiene mala fama, y con razón. Es perpetua la intersección por donde pasa su música, es de vital importancia para los espíritus su nutrido resplandor. Pero es un obstáculo para los que pretenden que no sientas su clamor. Las almas tibias no se ilusionan, desgastan en la realidad lo poco que tienen, y tratan de ver por dónde los sonidos vienen. Pero, ¿qué es la ilusión? Es una estratagema de los vientres para fluir y destruir la abstemia de sueños, es una plegaria al cielo pidiéndole que tu voz se escuche más seguido, es un cuestionario matemático con respuestas literarias, es una pequeña l...