"Una piedra negra en medio del alma".
Me lo preguntaré una y ochocientas cincuentas veces más, ¿vale la pena? Haber dejado de escribir en prosa para pulir versos con sonido ajeno, ¿vale la pena? Cada respuesta es errónea, porque sólo hay una que sería verdadera, y no sé si esa lo será también en alguna medida porque quizás ni siquiera la pregunta tenga sentido alguno. Me lo preguntaré de nuevo, ¿vale la pena? Esperar por un milagro que se conjure con el amor, y que cada paso que dé sea precisamente para comprobar que algún día pueda ser, ¿vale la pena? ¿A quién puede importarle hoy la felicidad?, es tan finita como esta miserable interrogación, juega con su dentadura sucia de día y se nos presenta mostrándose con todos sus dientes blancos de noche, de frente, ante nuestros ojos, de pié, altiva y serena, luminosa y endiablada, pero orgullosa de ser quien es, para tentarnos con su pasta adictiva, pero un día se aburre y se va detrás de sus nuevas diversiones. Por eso, ¿vale la pena? Alguien alguna vez se pregunta cosas, pero...