En el paddle

En el paddle la pelotita siempre te da una segunda oportunidad, de besarla, de coquetear ante su presencia y hasta de reventarla contra una linterna. Si desde el otro lado viene a media velocidad, te da tiempo a acomodarte  y tomarte una pequeña siesta, hasta podés errarle y luego atraparla en el segundo intento. Te ponés el traje, dejas que la pared te la lleve a vos y, entre masticar y masticar en el retroceso, la podes devolver a tu oponente.

El paddle no es un juego de estrategia, es un juego de ubicación. Es ubicarte bien vos, ubicar bien la pelotita y reprimir la jugada del alfil hasta el final de la partida (en el cuerpo esperás la victoria concedida). No hay grandes secretos, sólo es menester saber descubrirlos y con ellos pasar el tiempo.

Hagamos un approach de fuegos, que no haya silencios, que las paredes no se inquieten y el revés vaya con efecto. En vos lo detecto. Que se aturdan los componentes de las pelotas, que se sientan perpetuadas por la magia desconsiderada de un vendaval de tierra mojada, aunque hagas como que no te importa, que alguna vez escupas la gota. Que aúlle la red con nuestros instintos, que la potestad del cerebro le arrulle al descontento, hasta sentirse seguro con su tormento.

Acariciar es limpiar la honestidad, la impunidad, para convertirla en vitalidad. La docilidad no es correcta, ya hay bastante cuerpo rondando por el mundo, como para que mi tiempo no sea sólo tuyo.

3 de diciembre de 2016

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