Lo que somos

En un momento pensé en decir algo, pero no, el silencio me mantiene alerta. La observación depende de la perspectiva, siempre, y si entre las voces tengo un pequeño espacio, pues andaré a tientas, escuchando, dialogando con el que no está oyendo, con el que me está viendo.

Finalmente, nada parece oír y todo parece huir, todo es oro y al final es nada, en la pupila sólo se divisa el presentir, lo que vos pensás, quizás no es, pero eso es también vivir, elegir, descubrir, sufrir, finalmente sentir, sólo sentir.

Veamos, a mí la matemática no me interesa, pero en este caso tiene lógica: uno menos uno es igual a cero. Si no hay dos, y no se dice "te quiero", finalmente es cero. Por eso quienes hablamos y no somos escuchados tenemos esa resonancia, porque convengamos que por más que le demos la vuelta, si no hay respuesta, no hay jerga, no hay comunicación, y el corazón va de tropezón en tropezón, y sólo un abrazo recompensaría esta ilusión.

Cada quien dispara su propia intrepidad al aire, pero cuando no encuentra el oído, se desmorona el arte. ¡Qué ganas de abrazarte!

Aparte, todo mejor cuanto más cuesta, nadie sabe, yo sé, sí, yo sé lo mío, y ni siquiera eso, todo es un invento, pero qué más da, al final dejo de hacer silencio con lo que siento.

Dejemos la vibración y escuchemos la discusión, sin armas, sin riqueza material, sin integración burguesa, paseando de la mano, rompiéndonos la cabeza, de sólo pensar como algo tan imposible puede ser posible con tanta nobleza, siendo vos, siendo yo, seas como seas, con locura o con belleza, con delicadeza, porque lo que somos es lo único que nos queda.

Madrid, 17 de febrero de 2018.

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