16 del 7 del 17

Me acomodé para esconderme de sus ojos en la contienda. Los almohadones olían al humo que despide su mirada cuando se refleja en mi alma, tan apetecible a voluntad enjaulada, tan desorbitada, frágil, envenenada. Me acerqué y me aparté de la pocilga que distanciaba su aroma de mi intento por ignorarla, es tan fugaz el deseo como continuos los versos, me quería tapar con su cuerpo en este frío inmenso, y estaba tan desarropada que el calor de su piel me hirvió la sangre en la redada.

El tacto es inmune a los desamparados, entre sus brazos sentí los míos maniatados, ¿sería posible descubrir una pintura y que abajo estén la verdad y su envergadura? Los volúmenes intensos del crayón y el óleo me hicieron desear llegar a febrero, ignorante yo de vos, pero de un saque todo lo que no se sabe se acerca al piano y lo complace, y se reúnen las estaciones entre los espacios y las canciones.

En situaciones de las mañanas estoy sintiendo que me despierto con su olor debajo de mi almohada, y aunque no sepa aún cuál es su olor me da la gana, nadie te puede retirar ni las pelotitas de tu bata, ni las piedras de la caminata, los poderes de She-ra los tenés vos aunque siempre dobles por la esquina y te ocultes de las retinas.

La amo, y es ese desconocimiento lo que se sube por la escalera para que poco me importe si hay cardos o flores en la vereda. La precisión en el amor está en extinción. Lo que hace a la seguridad es el beso que se desata en tus labios en un matorral, estate segura que nada más.

16 de julio de 2017.

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