Tengo que poder

Tengo que poder, poder, poder hacer las cosas a un lado, aceptar e indagar sin cuestionar, tener un poder, ceder, verter el contenido de mi incomprensión y poca aceptación de la situación para acertar en la disolución de la improbable erudición sin convicción. Tengo que poder, tener un poder, poder ceder ante mi y su yo de ilusión, que está en negación de la situación que no es como se presentó ni como se imaginó. Tener el poder de acertar y aceptar la verdad que no es más que lo ajeno a mi vitalidad sin peculiaridad de la inequidad que me ve desertar sin pensar ni reflexionar y sólo amar lo que no está. Tengo que poder, poder, ceder, perecer en el ser, aceptar recalcular sin vacilar ni inclinar mi malestar, descomponer el poder de intentar entretener y saber que perder puede suceder. De vez en cuando recapacito sobre mi estupidez y mi escaso poder para negociar con mi ingenuidad, porque de verdad es una necesidad el actuar sin buscar preludiar mi integridad para cambiar lo que inicialmente me puse a pensar, lo que perseverantemente me llevó a caminar porque debo estar oliendo cosas que no están. Soy la ilusa que como una medusa ataca su propia metáfora inconclusa de lo que debía ser pero no fue, porque el tender continentes de un saber en el propio ser no significa pertenecer a lo que es. Tengo que poder recoger mi ser y practicar madurez en la insensatez que tan frecuentemente me ha llevado al revés, porque en mí el revés no existe, tal vez sí en otro ser que se atreve a reconocer que de ilusiones no se vive ni se puede beber.

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