Emociones ultrajantes

Es preciso decir, llorar una lágrima para decidir, subsistir, agonizar del todo, fluir, resistir...

Es atinado parodiar el agujero por donde entra la sinceridad, no decir sería un afano a voluntad, como administrar palabras que han estado encuarteladas en esta deliciosa merienda, pasar factura cuando la tarde está hambrienta de todas esas cosas que tientan, y vos no entiendas que sólo quiere hacerte una ofrenda.

Aunque los preciados cócteles que me han fascinado al atardecer son emociones ultrajantes, distantes, como ver la realidad por delante, que no es egoísta pero si farsante, y no ignorarle que hasta se tapó los oídos del alma para no escucharte.

Esta sensación es como ese real impacto sonoro que te tienta con almohadones de dulzura a cuentagotas, y en ocasiones con sus armas contradictorias te alborota.

Dejemos a las emociones respirar y expresarse en el interior hasta que interceda su resplandor, que es su representante ante el sol, será como hacerlas madurar, para que su luz te pueda atravesar.

Y así como es necesario decir, será menester regocijarse en ese encuentro con las palabras, que estaban guardadas, desavenidas, acongojadas, derivadas a otro jardín donde con ellas se puede ser feliz.

Esas palabras por las imágenes se ven amenazadas, consternadas, recluidas en cajones con llave, sin las alas de un ave, esperando leerse, y con sus uñas perennes subirán por la tangente, amarrándose a su espíritu inconsciente, aferrándose a la vida al verte.

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