¿Y cómo lo digo?

Este aroma de la mañana me doma el corazón, y hasta me acomoda la necesidad en un espacio ventilado. Huele a café misterioso, a diagnóstico estrepitoso de felicidad y latido flotante del aire.

Que si lo tengo un poco dormido, que si lo acurruco a tu nombre, que si lo altero y lo saco del frigorífico, que si lo entrego a vos como un caramelo desenvuelto, es todo tuyo, ya hacés de él lo que querés...

(Estos mates están supremos, si hasta degustar un sorbo de este tiempo incita al alma a vibrar y desarmar sus cadenas).

Mañana es jueves, y este miércoles ha comenzado con una intensidad fuera del rincón ordinario. Pensar en vos es una constante mundana y magnánima, son esos shots de felicidad suprema y acelerada, que son del espacio y no del cielo.

(Quedan doce semanas para las vacaciones, dicen por acá. ¡Qué insistentes con esa frase! Es como vivir esperando que cada día se termine, sin disfrutar cada pasito).

Que no me importe nada, que a pesar del desconocimiento tenga ganas de conocer y de no rendirme, de insistir y de no deprimirme, de poder y de no cansarme, de jugar y disfrutarlo, de insolarme con tu luz y de no quejarme.

Porque convengamos que para dejar de buscar las cosas imposibles sólo está el pedregullo de la estepa. Si hasta las matas secas y descoloridas de la Patagonia están floreciendo en estos tiempos, ¿por qué no he de soñar con vos? Busca que encontrarás.

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