Sonrisa

Si hay que ponerse pilas, siempre pienso en las alcalinas. Nada de las comunes, como siempre les he recomendado a mis alumnos. Así como beber y devolver sonrisas, y no sé si risas, porque éstas despiden un pensamiento de convencer y pretender aceptación.

Y justamente, cada vez que pienso en una sonrisa, veo la que falta, la que aún no ha salido a respirar aire puro, la que quizás aún no nació con la llovizna, sustancialmente, porque su alma no ha sido construida, porque su latido todavía no se ha extasiado cuando observa alrededor.

Hay una gloria específica del ser, y esa es verte, aunque no he visto tu sonrisa. Juego a que la veo reposar en mi hombro, juego a absorverla antes de dormitar, juego a soñarla, juego a tomármela al amanecer, juego a tenerla al lado, con el olor del café y la sensación de bienestar en el corazón. ¡Porque verte sonreir sería tan exquisitamente maravilloso que hasta mi sonrisa pasearía por ahí, alterada y alborotada por la tuya! (¿Cómo es posible pensar tanto en vos?).

Hay una especie de deformación en las sensaciones. Esto es sinsabor, no llueve ni hay sol, la rutina se esconde en las ramas de ese árbol desvestido. Y las paredes grises huelen a tierra, saben a polvo condensado que ha depositado el viento. Me parece que falta algo, algo. Algo de tinte, algo de voluntad, algo de bienestar sincero, algo de espectación, algo de tu sonrisa.


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