"Run baby run baby run baby run baby run"

Disculpen, estaba leyendo"De lo bello y sus formas" para la materia "El arte y el hombre" y Trelew de pronto me succionó un interrogante y palabras. Aunque me perdí en el texto, como siempre me ocurre.

Disculpen si me meto con las momentáneas alegrías de su día, pero a pesar de la melancolía que me hizo notar Edgardo sobre las palabras que me desesperan y me arrebatan la decencia de la poesía feliz, necesito exfoliar mi alma y decir lo que pienso.

Contemplo todos estos aprendizajes, los tengo como retratos nauseabundos y confusos entre lo que hice, lo que debería haber hecho, de lo que no es menester jamás arrepentirse y de aquello que queda como engranaje esencial para conformar la mirada, la luz, aquella luz que nadie puede apagar, lo vivido, lo maravillado, lo extasiado, el remolino de ocasiones en que sonreí. Son fugaces momentos de pasos que vamos dando, pero que se aúnan para concretar un desarrollo en el tiempo. No en el ahora, no en el ayer.

La acumulación del dolor con el ardor de la felicidad es lo que nos hace seres, espíritu, sublimación, y, como dicen filósofos como Hegel, y algunos otros que han transitado el pensamiento de la modernidad, somos seres en la reflexión.

Entonces, tomando las palabras de ellos, aunque no de forma puramente textual, podemos decir que el carácter principal del ser humano, como ser en sí y para sí, es el de ser un ser de reflexión, o mejor dicho, la reflexión nos hace ser, y somos seres que no sólo abocan su oportunidad de pensamiento sobre su entorno, sino sobre sí mismos.

¿No es necesario preguntarse, machucarse las mejillas, andar los caminos descalzos e indefensos, pasar por fallecimientos constantes, sudar en el camino algunos estimulantes y también aspirar el polen de aquel maravilloso herbario que es la felicidad? ¿No es necesario regatearle un poquito de fama a la experiencia para ser y crecer?

Hay un faltante. La acción. Preguntarle a un ser materialista qué es acción, seguramente será objeto para la burla. Trabajar, para tener, porque ser es tener. ¿Cuál es el objeto del trabajo? ¿El desarrollo? ¿El desbaratamiento de la inacción? ¿Accionamos si nos quedamos quietos contemplando el paso del tiempo en lugar de salir a correr con la gangrena del viento soplándonos el hombro? ¿Escribir es un karma obsecuente y pleno de aquel que no sale a laburar y se repliega en su miedo por la vida?

Mis rodillas están aquí, absortas en el dolor de la quietud, chasqueando los gruñidos de los paseantes alternos que pensarán que sabe que cosas de este silencio de acción. Es preocupación constante el preguntarme qué hago, si estar postrada es sólo estar quieta, o es que mi mente ya no quiere volar “mas allá de lo evidente” para no pelearse con el presente. Pero se pelea. Y es ahí cuando me vuelvo a interrogar por el objeto del trabajo. ¿Es que comer es algo natural en el organismo que sólo busca saciar un disparate fisiológico? Pero, ¿qué es vivir?


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